sábado, 21 de mayo de 2011

Nunca antes nadie lloró tan amargamente

Nunca antes nadie lloró tan amargamente.

-¿Y ahora a quién le hechas la culpa?
- A mi padre. Aguarda! nadie tiene la culpa. He decidido hechársela a mi propia existencia.

Después de cinco horas y cuarenta y dos minutos, no podía ver por la hinchazón de sus ojos. Vomitó por el amargo sabor de su llanto. Se asfixió con su propio aliento. Se ahogó en sus lágrimas (literalmente)

Ya nadie podía quererla después de haberse acostado con tantos hombres.

Se había convertido en lo que toda su vida pensó que pasaría.

Quería perderse en él. Y así lo hizo.

C.
21/Mayo/2011

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