domingo, 24 de octubre de 2010

Vuelve a mi


Ahora que ya no te veo siento que puedo seguir con mi vida normalmente,
dentro de lo que es normalmente aceptado.
La bulla me distrae, y eso ayuda.

Regreso a mi silencio ensordecedor.
Mi mirada se pierde.
Grito.

La música se descompone.
Un temblor sube desde mis pies,
y mis movimientos son incontrolables.
Bailo.

Siento el calor de tus manos ausentes en mi espalda.
Tu aliento en mi nuca.
Tiemblo.

Lloro.


Por C.
24/10/2010

Eructo de amor


Bien pudo haber sido un fin de semana cualquiera el pretexto para salir a embriagarse. Caminé con paso apresurado, llegué a la calle principal y tomé un taxi. Es lo que hago generalmente para ir al centro. Cuando regreso tomo un bus, o espero a que alguien me de un aventón hasta mi casa, si es muy tarde tomo otro taxi.

En la esquina de la licorería de la Zona estaban mis amigos, que me recibieron con una broma como es su costumbre. Había caras nuevas. Solo sonreí y saludé a todos uno por uno, y con cada uno de ellos me reí. Entre ellos estaba el zambo, mi mejor amigo a quien conozco desde el colegio. El Mono, es el más soez del grupo, es amigo también, y aunque es el más cruel, puede ser un buen oyente, cuando quiere.


La noche transcurrió normalmente, el cumpleaños de un pana, en el departamento de un man que es no es tan pana pero es fresco. Todos las bromas en honor al cumpleañero, y más aun porque no tiene novia desde hace rato. Pensamos que se volvió gay y bromeamos con no juntarnos nunca más con él. Todos ríen. Algunos se van porque tienen que levantarse temprano al siguiente día aunque sea domingo. Una pareja se retira, esta vez les toca en el departamento de ella. Me senté un rato a observar a los demás. Me gusta hacer eso de vez en cuando. Un muchacho logró acercársele a una chica de a poco desde que comenzó la velada. Una pareja que recién había comenzando a salir se besan muy apasionadamente. Me sentí un poco incómodo. Pero volví a mirarlos. Deseé ocupar el lugar de él y poder estar tocándo a la morocha uruguaya por un momento. En ese momento me invadió una honda angustia. Los ojos de la uruguaya se posaron en mí por un imperceptible instante. Me levanté y fue al balcón.


Las luces de la ciudad parecían haberse multiplicado. Bebí mi cerveza ya ebrio. Y recordé a Carol, oh Carol! Aquella aventura fugaz que me hechizó, quien esperaba por mi ilusionadamente y a quien le negué mi amor sincero por miedo a ser lastimado una vez más. Recordé la primera vez que estuvimos juntos, esa cálida noche llena de magia, sudores y sabores. Casi pude sentir un nuevo orgasmo, ella flotando dentro de mi, tan mía.


Regresé a la sala donde estaban mis amigos conversando de las últimas tocadas y cómo debíamos mejorar en el escenario. Emití un vago comentario, y fue cuando me percaté en una chica, sentada en el fondo de la sala, inhlando perica; Carol? Mis latidos se aceleraron estruendosamente. Pasaron varios minutos hasta que decidí hablarle. Cuando estuve parado frente a ella, levanté su mentón ligeramente para verla de cerca. No se parecía en nada a Carol, pero era muy simpática. Hablamos sin parar hasta el amanecer, pero no pude sacarme la imagen de Carol ni un solo segundo.


Con los rayos del sol salí a la calle con botella en mano junto con el Zambo y el Mono. Les conté la angustia que había sentido la noche anterior y que no me permitía respirar bien. Decidí darme una oportunidad con Carol. El Zambo estuvo muy de acuerdo. Sentí que era algo que tenía que cumplir, si no esa angustia sería interminable. Paramos en una tienda a comprar más cervezas, aunque esté prohibido vender licor ese día. Bebí un sorbo de mi refrescante club verde y un eructo salió, pero no supo a cerveza, si no a Carol. A su aroma.


Tomé mi celular y marqué varias veces su número. No contestó.


C.

24/10/210

jueves, 14 de octubre de 2010

fucking alive passion

Mi pasión por ti me va a matar.

Déjame vacía.
Llévate mis entrañas contigo.
Entiérralas junto con tu máscara de rudeza,
y déjame esta vida llena de nada.

Déjame respirar.

Por C.
14/Oct/2010