viernes, 10 de diciembre de 2010

A los 17


Si no fuera virgen, tendría más problemas.

Tendría que preocuparme por no quedar embarazada,
o buscar un buen método anticonceptivo.
Y gastaría más dinero del que produzco.

Estaría con la incertidumbre de quedar esteril,
por la gran cantidad de levonorgestrel que habré de tomar,
aunque haya decidido no tener hijos.

Me importaría que los hombres sean poco dotados,
y sería lo más triste.

Estaría preocupada por mi satisfacción sexual
y no ser capaz de encontrar a alguien realmente bueno que cubra tal necesidad.

Creería que hice el amor
cuando el chico con el que esté habrá follado como loco.

Estaría propensa a contraer papiloma,
o alguna nueva enfermedad viral.

Correría el riesgo de ser llamada puta, zorra, loba y todos sus sinónimos;
y mi reputación quedaría comprometida.

Por suerte, aun soy virgen.

C.
17/08/2010

jueves, 2 de diciembre de 2010

Atraco, al corazón


Mi mamá acababa de decirle al policía que parece que la vecina había inventado el robo para presionar la colocación de una puerta en la entrada del pasaje. No quise parecer escéptica así que no emití comentario alguno sobre lo sucedido. Solo los observaba, a unos cuantos pasos.
Sabía que el policía no había regresado para averiguar más sobre el robo de la casa, aunque le haya parecido raro que la señora estuviera muy tranquila, si no para verme. Al final pudo averiguar en qué universidad, carrera y nivel estoy. Claro que con mi carácter no le resultó fácil.
Sé que él sintió la misma corriente que yo sentí cuando se quitó el casco y nos vimos a los ojos.
Ésta vecina está loca! Hace poco se mudó a dos casas de la mía, y es una paranoica. Mandó a poner alambrado en su cerramiento y botellas rotas en las columnas. Y además luce mucho más vieja de lo que es.
Cuando llegó a llamarnos a la puerta de la casa, no la reconocí. Incluso pensé que era un truco de algún delincuente para ingresar a nuestra casa. Se ha sabido de casos en los que la gente llega a pedir ayuda por algo, y al momento en que se abre la puerta ellos ingresan armados y le desvalijan a uno. Así que cuando me dijo que se le habían robado la casa en la tarde y inquirió si yo había visto algo, solo atiné a preguntar cuál era la casa, traté de disimular mi desconfianza, e hice una señal casi imperceptible a mi madre que se encontraba en la cocina. Salió de inmediato, y la mujer le contó lo sucedido. Yo conozco mucho a mi madre, y sabía que ella estaba pensando que la vecina no había sido robada.
Fuimos en seguida a cerciorarnos de lo sucedido. Sus perros ladraron al vernos frente a la casa. En efecto, la puerta lateral tenía señales de haber sido forzada. La luz eléctrica no funcionaba y no se podía apreciar absolutamente nada en el interior. La vecina ingresó primero, la seguí yo, y mi madre a mí. Solo llegamos a la cocina, que era el primer cuarto al que se accedía por la puerta forzada, y daba a la sala. La vecina avanzó al interior de la sala y continuó por un pasillo que llevaba a las habitaciones. Entre las sombras se podía observar muy pocas cosas, tiradas y movidas. Hubo un silencio que me incomodó. En ese momento la desconfianza volvió a llenar el espacio. La mujer volvió y repetía lo mismo desde el instante en que nos comunicó del robo, que se le habían robado un plasma, y dos cilindros de gas. Salimos de la cocina y nos dirigimos a la parte trasera de la casa. Cada vez que repetía lo que se le habían robado, aumentaba una cosa. Esta vez se le habían llevado el calefón.
Entramos nuevamente a la sala, y me entregó un DVD que estaba en la sala y que se me hacía tan raro que los ladrones no se lo hubiesen llevado, y a mi madre le entregó un parlante, y repetía lo que se le habían llevado. Esta vez aseguró que los delincuentes habían querido llevarse el equipo de sonido, pero no podíamos apreciar nada por la falta de luz.
Salimos de la casa, yo buscando en el piso lleno de tierra y ceniza volcánica algún indicio de las personas que habrían ingresado a su domicilio, pero no encontré nada. Pensé que yo sería muy mala investigando este tipo de sucesos, y siempre me había entusiasmado la idea de formar parte de un grupo de investigación policial y forense, como en CSI.
Cuando estuvimos a punto de atravesar la puerta que da a la calle, mi madre se dirigió a la puerta de enfrente de la casa a ver si encontraba algo, pero sabiendo que no lo iba a hacer sino con la plena intención de sacarle en cara a la mujer de que su casa no había sido objeto de robo alguno. Notó que había ceniza en la puerta y ni una sola huella de haber sido tocada siquiera.
Salimos, pero con la desconfianza nata de mi madre no iba a ser tan simple guardar esas cosas en nuestro hogar, así que antes de entrar se apresuró a llamar a otra vecina, la que vive en frente y que siempre está pendiente de todo lo que ocurre, si un perro ladra, si un auto llega, si alguna persona entra o sale de casa, etc., etc. La llamó varias veces hasta que salió y dijo no haber visto nada, solo que los perros habían ladrado a eso de las 3 de la tarde, nada más. Lo que importaba de todo este teatro era que hubiese otro testigo de que llevábamos cosas a nuestra casa, sin pretensiones y con la autorización de la dueña. Las pusimos en el cuarto de huéspedes, y salieron. Yo me quedé a llamar la policía, que no llegó después de 20 minutos y de haber llamado por segunda vez.
Mi madre y la vecina regresaron a la casa robada con velas en mano para ver qué más se había “llevado” los “ladrones”. Yo esperaba a la policía.
La vecina había comentado el querer dejar sus cosas en nuestra casa mientras iba a ver a su mamá quién sabe dónde. Lo que me asombró era su tranquilidad. Un plasma! A cualquiera se le van las lágrimas de la desesperación! Se me ocurrió pensar que a lo mejor tendría mucho dinero y eso era lo que menos le importaba.
Así nada más, decidió irse. Fue cuando insistí en llamar por segunda vez a la policía para que se apresurara, ya que si se afirmaba haber sido objeto de un robo y no era real, pues lo haríamos real.
Ella había caminado una cuadra más o menos y mi madre insistía en que yo entrara a la casa.
Habían dos cosas que me molestaban ese rato, 1. La tranquilidad de mi vecina que se alejaba con cada paso, y 2. Que la policía no haya llegado después de más de 20 minutos de haber realizado la llamada. No sé qué es lo que más me indigna! Si la idea de que aquella paranoica haya inventado un robo, o el parsimonioso proceder de la policía ante un emergencia!
Vi el reflejo de la baliza policial, y apenas lo hice le grité a la mujer que la policía había llegado. Se detuvo, pero no se acercó hasta asegurarse de que en realidad había llegado la policía. Sentí un triunfo en mi interior. La hora de la verdad había llegado. Cuando vimos dos motocicletas acercándose, la vecina regresó. Las motos llegaron antes a mí, y fue cuando él se sacó el casco.
La policía hizo su trabajo, no sin antes haber escuchado sobre mi indignación ante la parsimonia en la ejecución de sus actividades. Dejé que pasara junto con sus compañeros a hacer lo suyo. Y yo, encantada con aquel sujeto tan sexi. No me apartaba de su lado, me hacía la ingenua ante cada descubrimiento, y sentía que le agradaba mi presencia. Aun así me demostraba un poco de hostilidad, y la verdad no me desagradaba, más bien me seducía y yo le respondía de la misma manera.
Después de haber tomado datos y notas sobre lo observado, y de descubrir que los brakers de la electricidad solo estaba bajados (intencionalmente) se decidió que la mujer hiciera la denuncia respectiva, de todo lo que había mencionado: un plasma, de características dudosas, que para asombro de todos no se encontraba en ninguna pared si no en una mesa de la sala, un equipo de sonido (que yo creí que solo había querido ser robado según dijo), un calefón, dos cilindros de gas, más: ropa blanca, ropa de bebé, dinero y joyas (de bebé).
Yo no quería que el operativo acabara. Me había agradado mucho esa sensación de bienestar que sentía con su presencia. Acabó. Ni se despidió. Pero quedó flotando en el aire esa magia. Y pensé que era una tonta por emocionarme con esas cosas.
Mi madre y yo regresamos a casa. Yo había dejado cargándose una película, por lo que volví a eso, mientras mi madre comentaba sobre las cosas que la mujer había hecho: desbaratar ropa “buscando” nuevos objetos desaparecidos.
De pronto, ¡lo inesperado! (y que yo esperaba)
El rugir de una moto, afuera de mi casa. Y el rugir de mi corazón, dentro de mi pecho.

C.
2 Dic/2010