jueves, 11 de febrero de 2010

Murmullos Recurrentes


Siempre había sentido una extraña fascinación hacia el comportamiento parco y frugal de aquel viejo. Me hipnotizaba con su paso parsimonioso y la forma alargada de su cuerpo.

Después de mis fiestas, por lo general caminaba sola por el callejón que conducía a mi casa, y cada vez que pasaba por la casucha del viejo sentía que un escalofrío me recorría por el cuerpo. Sentía algo de miedo. Algunas veces tenía que aligerar mi paso para no seguir escuchando los balbuceos y murmullos que él emitía por su estado de embriaguez a manera de discusión. Seguramente cualquier licor barato pensaba yo. Me daba la impresión de que él sabía que yo llegaba a esa hora, aunque nunca fuese la misma.


A veces yo lo observaba desde la planta alta de mi casa. En el día él dejaba la puerta de su cuchitril semiabierta y yo trataba encarecidamente ver lo que él tenía dentro. En toda mi vida solo pude ver un pequeño catre. Él vivía solo por supuesto. Imaginaba que en alguna de sus borracheras le daban ataques de delirium tremens y escribía historias de suspenso, como Edgar Allan Poe. Creo que no lo hacía.


¿Tendría familia? ¿Alguna vez estaría casado? ¿Sus hijos lo buscarán? En realidad nunca lo llegué a saber. Su vida fue un enigma para mi, no se si para el resto. No sé si los demás querrían saber más de aquel singular personaje. Quería saber cómo vivía y lo que hacía. Pero nunca me atreví si quiera a pasar la cerca de la alquería donde él moraba.


Una noche, cuando regresaba de una de las muchas reuniones con mis amigas que se alargó por conversaciones, música de los 80s y varias cervezas, escuché cómo gritaba y me dio más pánico que de costumbre. – Debe estar más ebrio de lo que estoy yo- pensé. Corrí hacia mi casa. Sentía sus gritos más fuertes y más cercanos cada vez. No podía abrir la puerta de la desesperación que yo sentía. No quería regresar a ver. Me daba mucho miedo. Temblaba. Al fin pude entrar. Me sentí aliviada.


Cinco días después los vecinos empezaron a quejarse por el fuerte olor a descomposición que se percibía en el ambiente y que provenía del cuartucho del viejo. Es raro, en esa ocasión a todos les importaba. Había muerto, por intoxicación dijeron.


Hay algo que no se lo he dicho a nadie. Cada noche, cuando camino sola hacia mi casa, puedo escuchar aun sus murmullos. Solo aligero mis pasos.

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